Para conocer: parador con empanadas fritas en una vieja casona del camino al Pan de Azúcar | Comer y beber | La Voz del Interior

2022-09-09 23:39:56 By : Ms. Linda Zhou

Es la novedad en el camino que lleva al emblemático cerro cordobés. Una propuesta joven con potencial, pero también con mucho por desarrollar. Calificación: bueno.

Cuentan los memoriosos que desde Capilla del Monte salían los colectivos de la empresa La Capillense hasta Córdoba, pasando por el cerro Pan de Azúcar. Era una vía alternativa para llegar a la gran ciudad desde esa pequeña localidad del norte del Valle de Punilla.

La última parada era en Cosquín y luego “el bondi” venía derecho, subiendo y bajando, a pura curva y contracurva serranas. Hoy algo así parece una película italiana sobre añoranzas de un tiempo lejano y mejor, pero esa también es parte de la historia de nuestra querida Córdoba.

Lo cierto es que los responsables de este nuevo restó, que abre solamente los fines de semana, aseguran que esta casa ubicada en Villa Esmeralda (todavía tierras unquillenses) era un refugio nocturno para los choferes en aquellos años mozos, que eran en blanco y negro, y tenían mucha tierra en suspensión (incluso más que hoy).

Hoy la casa puesta en valor no hace referencias a esa historia, pero igual luce interesante, bien iluminada por sus ventanas abiertas y cortinas al sol.

La decoración es de estilo serrano, campestre, con fotografías y elementos que hacen referencia a Córdoba y a sus costumbres criollas. Incluso hay un sorprendente mapa mural de la zona sobre la barra, lo que le da a la visita un tinte especial.

Algo muy importante es que el terreno está cercado y que los niños pueden jugar libremente bajo la sombra de los añosos árboles, incluso observando el corral de las gallinas y hasta acariciando a “copito”, un conejo blanco que es amo y señor de las ternuras infantiles.

La carta es breve y simple: entre las entradas solo hay empanadas, pero las opciones del brunch pueden funcionar como tales; tenemos sándwiches de crudo, cocido, salame y vegetariano; y principales como sorrentinos o guiso de lentejas, más variedad en desayunos y meriendas.

La atención es muy correcta, hasta que se empieza a poblar de gente. Este camino es transitado por maratonistas, ciclistas, amantes de las motos y de la naturaleza en general. El boca en boca sobre la nueva apertura evidentemente los hace trabajar mucho.

Y en esa vorágine, por ejemplo, pueden faltar insumos básicos para arrancar un servicio. De todos modos, y es algo que pasa en este tipo de lugares, la alegría de estar acá, de compartir un domingo al mediodía al sol (con amigos, familia o pareja), hace que todo sea muy relajado.

Lo mejor de esta visita fueron las empanadas criollas ($ 150). Son de masa frita y espíritu salteño: bien jugosas, con papa, huevo y verdeo. Ese encuentro de texturas entre la masa y el relleno gana mucho cuando hay mucha humedad y sabores encontrados en perfecto equilibrio.

De entrada también probamos el Avocado Toast ($ 750). La tostada de pan casero estaba un poco delgada y crujiente, con lo que la textura fue quebradiza. La palta se presentó hecha puré, en combinación con trozos (triangulitos) de tomate y huevo revuelto (algo sequito) con semillas.

De platos principales probamos primero el risotto de quínoa con verduras salteadas ($ 1.300). Más que risotto es una cazuela o guiso, porque sobra humedad y no hay cremosidad. Es un plato original y suculento, pero con mucho camino por delante en cuanto al uso de condimentos.

El segundo principal fue una cazuela de cordero ($ 1.900) que pecó de liquidez. Su presentación es como una sopa con trozos de carne (pegada al hueso), con algunas papitas, cebolla y pimiento para complementar, pero invadidas por el agua.

La sensación es que le falta acompañamiento (más papa, o bien arroz, fideos, lentejas, garbanzos, porotos, lo que sea que ofrezca un refuerzo suculento) y algo de carne sin hueso para disfrutar sin tanto trabajo con cuchillo y tenedor en el cuenco, que fue diseñado para el uso de cuchara.

El baño es hermoso, al igual que la propiedad, incluso conserva los elementos originales de la casona, pero deben convivir con cierta falta de criterio actual. No hay papel para secarse las manos y, por más que fueran advertidos, el servicio continuó de ese mismo modo.

Volvemos a la mesa y ya estaban nuestras frutillas con crema ($ 550). Un copón enorme (para dos o tres personas con hambre) con la fruta roja estrella de la temporada y su compañera inseparable, la de siempre, la crema chantilly. ¿Cómo darle un plus a este postre tan sencillo? Por lo menos, macerando las frutillas previamente. Intensifica sabores, modifica texturas y ofrece algo fundamental: humedad.

En fin, qué lindo parador y cuántas historias por descubrir y contar de esta casa y de sus alrededores. Casa Amarilla recién arranca, debe retocar recetas y ajustar temas sensibles del servicio, pero tiene todo para brillar y convertirse en un referente para este corredor naciente.

Ruta provincial 54, camino al Pan de Azúcar.

Abierto sábados, domingos y feriados, desde las 10.30.

Miembros del Grupo Clarín:

La Voz del Interior. Fundado el 15 de marzo de 1904. LaVoz.com.ar. Lanzada el 21 de septiembre de 1996. Año 24. Edición N° 9485. Registro intelectual 56057581. Domicilio legal: La Voz del Interior 6080 – CP: X5008HKJ – Córdoba, Argentina. Propietario: La Voz del Interior SA. Gerente General: Juan Tillard. Director: Carlos Hugo Jornet. Editor: Carlos Hugo Jornet.

© 1996 - 2022 Todos los derechos reservados. Aviso legal | Política de privacidad – Por consultas comunicate al 0800 555 2869, de lunes a viernes, de 8 a 20